La violencia de género es un grave problema de salud pública en nuestro medio, tanto por su magnitud, por su gravedad y sus repercusiones. Según la definición de la Asamblea General de la Naciones Unidas denominamos Violencia de Género (VG) a “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o privación de la libertad, tanto si se producen en la vida pública, como en la vida privada.” Entre los distintos tipos de VG la que se produce por la pareja o expareja es la más frecuente.
En Atención Primaria tenemos la oportunidad y la responsabilidad de detectar, registrar, intervenir y acompañar a las mujeres que la sufren. En Violencia de Género, no existe un perfil de víctima ni de agresor, sino que cualquiera puede sufrir una situación de maltrato o ser el causante. Ha habido avances, pero a pesar de la publicidad y visibilidad sigue detectándose poco y registrándose aún menos casos. Hay muchos obstáculos institucionales, personales, profesionales que favorecen que así sea, y en los que en ocasiones nos escudamos. Las mujeres maltratadas sienten vergüenza de sufrir violencia y se sienten culpables por ello, lo que dificulta que saquen a la luz su problema y pidan ayuda.
Las mujeres que sufren violencia están inmersas en un proceso que se va instaurando de manera progresiva, adoptando diferentes formas. A medida que progresa, se hace más grave y las repercusiones sobre su salud son más severas. Aparecen síntomas que se relacionan con la frecuencia y gravedad del maltrato. Los efectos sobre su salud pueden darse a corto, medio y/o largo plazo, y como consecuencia, a las mujeres maltratadas que atendemos en consulta no las «vemos» si no estamos dispuestos a mirar con una perspectiva de género. Hemos de saber relacionar sus “malestares” con la posible situación de maltrato.
Tiene consecuencias diversas para su salud que van desde el asesinato, las lesiones físicas, deterioro de la salud mental, afectación de la salud sexual y reproductiva (violaciones, embarazos no deseados y/o infecciones de transmisión sexual), malestares y síntomas difusos como dolor de espalda, mialgias o artralgias, cefaleas, pérdida de apetito, problemas digestivos (dolor abdominal, desórdenes gastrointestinales, colon irritable). Es frecuente el aislamiento de las mujeres de sus amistades, familia, y grupos sociales.
Debemos valorar cada caso de manera individual. Una opción ante la sospecha es hacer alguna de las preguntas introductorias sobre cómo es su relación de pareja y si se siente bien tratada. Si la mujer nos confirma el maltrato o refiere que la relación es mala, podríamos preguntarle si alguna vez ha sentido miedo de su pareja. Se trata de una pregunta con gran capacidad para predecir malos tratos.
Nuestra responsabilidad profesional no debe limitarse a la detección. Desde la primera visita ante la sospecha procuraremos ser accesibles, tener una actitud de escucha empática y sin juicios. La violencia de género llega a producir afectaciones muy severas por lo que la detección es el inicio de un proceso de acompañamiento a esta mujer. Abordaremos con ella distintas etapas individualizando en cada caso: el proceso de identificación de la situación y relacionar sus síntomas de salud con la violencia, asesoramiento y adopción de las medidas oportunas en cada momento de su evolución. Es muy importante tener en cuenta que la mujer debe de ser la PROTAGONISTA en la toma de decisiones para permitir que vayan sanando las distintas facetas de su salud afectadas, favorecer la recuperación de su autoestima y que retome el control de su vida. Por lo tanto, será necesario un proceso de apoyo y un abordaje en equipo afrontando aspectos sanitarios, psicológicos, jurídicos y sociales.
Es fundamental realizar una valoración completa de la situación de la mujer que sufre VG. Analizaremos si es consciente o no del proceso que está sufriendo, si hay riesgo vital, los tipos de violencia a los que está expuesta (física, psíquica, sexual), el tiempo de evolución, las diversas esferas afectadas de su salud, si existe violencia a menores a su cargo, si presenta alguna vulnerabilidad que complica su situación (como por ejemplo en las mujeres con discapacidad, mujeres sin apoyos socioecómicos), si se plantea denunciar, el momento del ciclo de la violencia y la etapa del proceso de cambio según el modelo de Prochaska y Diclemente como hacemos con otros procesos de salud.
En el Grupo de Trabajo Atención a la Mujer creemos firmemente que el sistema sanitario y en concreto Atención Primaria, como puerta de entrada del mismo, tenemos un papel muy importante. Por lo tanto, precisamos más FORMACIÓN para poder detectar y acompañar convenientemente a las mujeres que sufren este grave problema. Como profesionales de la salud cuanta más sensibilidad y más conocimiento tengamos: más BÚSQUEDA ACTIVA haremos, más FAVORECEREMOS LA CONFIDENCIA para que nos hablen de su problema, OCUPÁNDONOS DE SUS PROGRESOS que alentaremos, detectaremos más y de manera más precoz, EVITAREMOS LA CRONICIDAD, y tendremos más seguridad para abordarlo y tratarlo.
En nuestro Blog Salud “Salud Mujer y Atención Primaria” contamos con la sección de Violencia de Género en Recursos para Profesionales. En particular sobre violencia sexual y abordaje en Atención Primaria, mutilación genital femenina, y violencia de pareja o expareja hacia las mujeres: https://gdtmujersomamfyc.wordpress.com/recursos-para-profesionales/violencia-de-genero/
Resaltamos el documento NO HACER en violencia de género en la pareja o expareja: https://gdtmujersomamfyc.wordpress.com/recursos-para-profesionales/violencia-de-pareja-hacia-las-mujeres/
Podéis consultar las entrevistas completas de la Dra Alicia Díaz Revilla y la Dra Irmina Saldaña Alonso, miembros del Gdt Atención a la Mujer que profundizan en este asunto: